El distanciamiento social producto de la epidemia de COVID-19 transformó la vida de las personas en el mundo, impactando directamente la forma en la que nos relacionamos, trabajamos, consumimos y estudiamos.
Es verdad que el e-learning estaba avanzando a buen ritmo en el contexto de preconfinamiento, impulsado por diversos factores como la saturación de los centros educativos de los sistemas públicos, la alta demanda, un cambio en las necesidades y actitudes de los estudiantes, el ahorro económico, la innovación tecnológica, entre otros.
Sin embargo, el cierre universal de instalaciones educativas presenciales ocasionado por la emergencia sanitaria llevó a la educación y la capacitación remota a niveles nunca antes vistos, sacando a muchos actores del proceso de enseñanza-aprendizaje de sus zonas de confort.
El evento sin precedentes que trajo consigo la pandemia puso sobre la mesa los increíbles beneficios y las ventajas que guardan las experiencias e-learning, sobre todo en un mundo que cambia de manera rápida y constante, y en el que las tecnologías generan nuevas áreas de oportunidad tanto para la educación como para la capacitación profesional. Pero no todo es miel sobre hojuelas, ¿qué hay sobre los desafíos de esta modalidad?
Retos de la capacitación a distancia
Cursos aburridos, cansados y predecibles
Entre los factores clave de éxito para el e-learning está la generación de contenido interesante y llamativo, pues la formación tradicional está repleta de quejas por sus sesiones letárgicas. La asistencia de las realidades extendidas será el mejor recurso para hacer la diferencia.
La metodología aprender haciendo tiene un gran potencial de transformación. Introducir el aprendizaje experiencial, donde el aprendizaje ocurre con la ayuda de la experiencia práctica, pondrá a cualquier plataforma muy por delante de cualquier experiencia presencial.
Estudiantes desmotivados
Por muy atractivo e interactivo que sea el contenido, si los alumnos carecen de la motivación adecuada para aprender puede resultar infructuoso. Ahora bien, ¿qué puede hacer el e-learning en este sentido?
La clave está en la medición del progreso de los estudiantes y en la identificación de sus necesidades y debilidades. En pocas palabras: en la personalización de todos los componentes del curso.
Es necesario hacer énfasis en uno de los aspectos más importantes de las estrategias motivacionales: el alumno digital necesita ver claramente la practicidad de lo aprendido. Por esto, la experiencia educativa tiene que comunicarle que lo que está aprendiendo podrá aplicarlo directamente en su vida cotidiana y que le ayudará a obtener un beneficio o reconocimiento.
Contenido irrelevante
Los cursos deberán enfocarse en brindar al estudiante la información más relevante, pues el objetivo primordial es generar un aprendizaje efectivo y duradero en la memoria. Para esto será necesario un muy buen diseño que sea capaz de dosificar los datos de la mejor manera.
Pobre identificación de deficiencias
Para mejorar el desempeño del estudiante digital, la dosificación y el curado exhaustivo de la información resultan insuficientes. Un buen curso de capacitación necesita realizar evaluaciones periódicas, como ocurre en las experiencias tradicionales. No obstante, el análisis de datos y la inteligencia artificial maximizan el poder del e-learning en este aspecto, al grado de identificar con mayor precisión las deficiencias o lagunas en las habilidades no solo del alumno, sino de las organizaciones.
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